Hace mucho, pero mucho tiempo, en una galaxia tan cercana como que es en la que estamos viviendo, en los albores de internet, cuando los módems todavía cimbreaban una molesta y reconocible musiquilla para conectarse, existía una cosa que se llamaba “los canales IRC” donde la gente chateaba ante pantallas negras y letras de color verde fluorescente. Luego llegaría el html, y los foros se expandirían como setas. Allí nos reuníamos los fanáticos del cine asiático y de otros géneros, comenzando una relación que para muchos aún continúa.
Allí hablábamos de pelis, y los que más y los que menos, las comprábamos, según la recomendación de fulanito o futanito, a los visionarios que montaban las primeras, creerlo o no, tiendas on-line.
Luego llegarían los p2p, el emule, el torrent y finalmente las descargas directas. Todo lo anterior puede parecer antediluviano, pero eran épocas donde ante la falta de información -información que ahora tenemos a mares en la red mediante webs, blogs, etc..- teníamos que fiarnos de las opiniones de nuestras amistades. Y aquí es donde quería llegar: gracias a las redes sociales actualmente estamos viviendo paradójicamente una época tan cercana como aquella donde el criterio de la gente de la que de verdad nos fiamos, tiene más valor que el crítico mejor pagado del medio de comunicación más popular. Y así es cómo conocí esta “What we do in the shadows”, de la “mano” de un amigo que me aseguraba que era la mejor película de género que había visto en este 2014.
Pasaron las semanas –él la vio en la “Semana de cine de terror de Donostia” donde por cierto se llevó el Premio del Público- hasta que por fin estuvo a mi alcance.
Lo primero que tengo que decir es que, a pesar de la recomendación, nunca me he dejado llevar por las opiniones de terceros por mucho que los aprecie. Muchos amigos sabrán que no me caso con nadie –excepto cuando lo hice con mi mujer, jejejeje-, por lo que espero que nadie piense que me he dejado influenciar.
Lo segundo, adelantando conclusiones, es que sí, que puede que no sea la mejor película de terror del 2014 –más que nada porque terror, terror…- pero sí que la más divertida, “curiosamente” junto a otra de la misma nacionalidad como “Housebound”. Pero al grano.
“What we do in the shadows” se acoge a la corriente reinante en el género como es el “found footage” en su variante “Mockumentary”, es decir, falso documental. Así un grupo de cuatro vampiros accede a que un equipo los entreviste y ruede su día a día, eso sí, dejando muy clarito –y con ello las intenciones de la película- que van provistos de crucifijos, por si las moscas.
El grupo de vampiros no está compuesto por una unidad homogénea sino que cada uno representa a un tipo de vampiro que la tradición popular se ha encargado de traernos. De tal guisa tendremos al vampiro romántico, al brutal tipo Drácula rumano, el Nosferatu y otro inclasificable. Y claro está, con todas esas particularidades el hogar de estos no es el remanso de paz que esperamos surgiendo discusiones verdaderamente surrealistas con las que arrancarnos no pocas carcajadas.
Y esa es la clave de la película: el humor. “What we do in the shadows” no tiene un argumento definido; es una sucesión de gags con un hilo conductor tan tenue que es difícil de encontrar. He leído auténticos psicoanálisis de la película, pero yo creo que sus responsables lo único que intentaban era sacar punta al asunto, hacer algo gamberro pero a la vez elegante.
Así, sus responsables se encargan de sacar a la palestra todo lo que sabemos sobre los vampiros para colocarlos en situaciones cotidianas para que resulte chocante y divertido. Por ejemplo y para no destripar demasiado, los problemas de estos para entrar en los pubs a no ser que sean invitados, o los que se relacionan con sus siervos humanos. Un humor inteligente sin perder la perspectiva del más toon, apoyado muchas veces en una puesta en escena brillante con efectos especiales exagerados y no del todo desdeñables.
Referencias a otras películas, apariciones de otros monstruos característicos de la fauna del terror –genial ese “West Side Story” con… mejor me callo- y una Banda Sonora digna de Emir Kusturica son otros factores para no dejar de reír.
Para acabar, es cierto que su media hora final rebaja un tanto el número de carcajadas, pero tras la avalancha de su primera hora, cualquier cosa parece poco. Lo mismo en una ya buena comedia no se notaría tanto.
Resumiendo, “What we do in the shadows” es quizás la película más divertida del 2014 y de seguro que la mejor comedia de terror del año. Salvaje pero brillante, gamberra pero con clase. Inteligencia al servicio del surrealismo.
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